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PREMIO
ESPEJO DE LUZ 1994
FAUSTINO MAYO: Fotógrafo
cronista de México.
Son las 2 en punto. El sol rebota en la arena, la cal y los ladrillos.
Con su Leica terciada al hombro, la boina ladeada, y como partiendo plaza,
camina Mayito rumbo a su casa. Al pasar frente a la mía, en construcción,
sonriente, saluda como siempre: "¿qué hay matador?".
Balanceando la bolsa de crujientes bolillos, pasa como si nada, con su
cauda de mitos, historias y realidades. Sobrevive con sencillez y con
pie firme de ser un clásico de la fotografía testimonial;
y que su obra -varios millones de fotos, junto con la de sus hermanos:
Paco, Cándido, Pablo y Julio- es uno de los acervos fotográficos
fundamentales de la historia de México.
Ahora depositado en el Archivo General de la Nación, donde es consultado
diariamente por investigadores, historiadores, autores, editores y usuarios
de toda clase de medios; ya que se trata, prácticamente, de un
río de información, vivo y actual.
La obra de "Los Mayo", hoy dia, no tiene los cuidados de conservación,
restauración y seguridad que garanticen técnicamente su
estabilidad, uso apropiado y el meticuloso cumplimiento, (de acuerdo a
la ley respectiva) de los derechos de autor para sus autores y herederos.
Desde su llegada a México a finales de los ´30, con el exilio
político español, Faustino y sus hermanos se integraron
a través de su oficio de reporteros-fotógrafos al centro
de la vida política, social, económica y cultural del pueblo
mexicano. Encontraron comprensión y apoyo y trabajaron tesoneramente,
mereciendo la confianza, jamás desmentida, del ejercicio de un
periodismo fotográfico ético y objetivo.
Por fin: españoles que no venían a conquistar, torturar,
explotar, insultar, robar, engañar; eran blancos, rubios, de ojos
azules, hablaban español con "zeta" y llegaron a Veracruz
por barco; mas bien se ajustaban al mito prehispánico del regreso
de Quetzacoatl. Pero no se hicieron adorar y menos temer. Hombres de carne
y hueso, españoles, pero no gachupines; lograron meter reversa
al trauma histórico de la conquista, aliviando en alguna medida
la profunda herida en el cuerpo social del mexicano de que "no todos
los españoles son iguales, algunos son peores"; como lo demostró
el general Franco al lanzarles la jauría nazifacista a sus propios
compatriotas.
En tanto, los laboriosos "Hermanos Mayo" para arriba y para
abajo por todo el país, como industriosas abejas cumplían
una polinización técnica ejemplar, con el manejo de sus
cámaras Leicas de 35 mm y lentes intercambiables; modernizando
sin proponérselo, todo el oficio de reportero gráfico: puede
decirse que ellos y Pagés Llergo, -con su experiencia en el periodismo
revisteril norteamericano, durante cierto exilio- sentaron las bases de
la época de oro del periodismo gráfico mexicano, equiparándolo
al nivel del mejor del mundo. A todos ellos los considero mis maestros
en el oficio de reportero gráfico.
Cuando yo asomé mis narices en el medio hace 50 años, todavía
"los gloriosos maestros usaban las cámaras, el oficio y las
mañas, llamadas secretas, con las cuales habían captado
y consagrado a los héroes y caudillos revolucionarios en la bola"
y de cuando "vino el viento y los alevantó": armatostes
de 5x7 pulgadas, con negativos en placas de vidrio que se usaban una y
otra vez, montadas en tripiés de madera y carrizo, con enfoque
a través del despulido del respaldo de la cámara y técnica
de pose de "espéreme tantito", "pajarito, pajarito"
y "el que se mueve no sale en la foto" y para terminar el espantoso
rayo del polvo de magnesio y todos a correr, medio ciegos y con un olor
del diablo. Así es, que la diferencia entre una técnica
y otra era brutal y el cambio, aunque lento, necesario.
Así que siempre que podía me les pegaba a Los Mayo, los
acompañaba a su laboratorio de la calle Ignacio Mariscal, tratando
de aprender; ellos siempre fueron generosos y buenos compañeros,
pero con el que hice más amistad fue con Faustino, hasta la fecha.
Siempre alegre, cordial, y alegador en buena onda, nos encontrábamos
a diario en las "órdenes", otras veces en la cantina,
algunas noches en carpas y cabarets y los domingos en "el toro".
Me fascinaba verlo trabajar, las lentes en las bolsas del pantalón,
el telefoto y el angular. Parecía prestidigitador al cambiarlos
en la cámara y un rayo para dispararla y recargarla, con rollos
que sacaba de la bolsa de su saco. Cuando terminaba, guardaba todo en
su ropa. Le gustaba estar al día en cuestión de equipo y
hasta lo presumía.
En enero del ´59 fuímos a La Habana a cubrir la entrada del
ejército rebelde y los juicios populares. Castro, el "Ché"
y todos los barbones estaban en todas partes. La locura. Nos traían
por todos lados. Las jornadas agotadoras no terminaban nunca. Caíamos
muertos de cansancio. En una de esas Faustino, sudando con el calorón,
se quedó dormido desnudo, bocabajo y con el chorro de aire acondicionado
sobre la espada; que le dá una pulmonía fulminante. No encontrabamos
antibióticos y se nos iba el cabrón. Así que agarramos
casi a la brava un avión con todo y barbones armados, bajamos en
Veracruz; y qué bronca... pero lo salvamos.
Otra: en la que unos guaruras lo tundieron y lo dejaron como Santo Cristo
con el rostro deshecho y bañado en sangre, por alborotar a los
fotógrafos frente a la Cámara de Diputados.
Este año, 1994, hicimos la I BIENAL DE FOTOPERIODISMO y formando
parte del Consejo Consultivo, decidimos rendirle homenaje: otorgándole,
en esta primera emisión, el premio especial "ESPEJO DE LUZ"
por su trayectoria profesional. y de manera permanente nombrar "Premio
HERMANOS MAYO" a la fotografía ganadora de la Categoría
de Deportes de la Bienal, como reconocimiento a él y por supuesto
a todo el gran equipo de esa agencia, que tanto tiempo trabajó
ejemplarmente.
Son las 2 en punto. El sol rebota en las motos, los camiones y las combis;
los ojos chillan con el smog. Con su Leica terciada al hombro, la boina
ladeada y como partiendo plaza, camina Mayito rumbo a su casa.
Héctor García
DICIEMBRE 1994
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